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Consulta de la matrona en un relieve romano

Consulta de la matrona

Pilar es matrona, y por su consulta pasan cientos de madres, cada una con su historia a cuestas, y no todas son hermosas. En este artículo nos trae dos ejemplos de las complejas situaciones que se encuentran muchas mujeres al afrontar un embarazo.

El otro día lloré en la consulta…

Soy matrona desde hace 11 años y trabajo en una consulta de Atención Primaria en la Seguridad Social.

Por mi consulta pasan muchas mujeres, todas y cada una de ellas diferentes y especiales. Muchas te cuentan su vida, y con otras puedes intuir lo que hay detrás. Veo muchas historias, algunas bonitas y otras no tanto. Sin duda, el haber conocido a tantas y tan distintas mujeres me ha hecho reflexionar acerca de los muchos campos en los que estamos inmersas las mujeres y las familias en pleno siglo XXI.

Hace un par de años, me crucé con una de esas historias que te marcan y te quedas para siempre. Algo tan normal para algunas mujeres como puede ser tomarse una pastilla y deshacerse de “unas células que estorban en ese momento de la vida”, para una mujer recobraba ese día todo el sentido de su vida.

Violeta

Violeta (nombre ficticio), una chica de 24 años entra en la consulta y me entrega un papel solicitando IVE (este es el término aceptado los últimos años para sustituir al tradicional de aborto voluntario —que suena más violento—, aunque realmente sólo se puede interrumpir lo que se puede continuar después, por lo que no se trataría de un término correcto).

Estoy embarazada y quiero abortar… —rompe a llorar desconsoladamente.

La miro a los ojos, veo su dolor y le digo:

Tú no quieres abortar.

A raíz de ese momento, todo lo que sucede después tiene un toque mágico de sobrenaturalidad:

—Trabajo de noche sirviendo copas en una coctelería; me han hecho fija. Me he quedado embarazada y ahora vomito cuando huelo los cócteles. He dejado mi trabajo porque he encontrado otro más adecuado para mi nueva situación. El jefe me aseguró que me contrataría, y cuando iba a firmar el contrato, como no quería engañarle le he dicho que estaba embarazada. Me ha dicho que ya no firmo. Le he dicho que necesito el trabajo (estoy en situación de inestabilidad económica, extranjera sola en España desde hace unos meses…) pero me ha dicho que mi situación no es buena para traer un hijo al mundo, que su mujer ha abortado ya dos veces y que no pasa nada. Entonces me ha dicho que si le llevo el justificante del aborto me contrata…

Me indigno por dentro, siento mucha rabia y frustración, la miro e intento acogerla con cariño en su incomprensión, ¿¡cómo puede haber gente así!?

Violeta continúa, llorando: —Yo quiero ser mamá y no entiendo por qué tengo que renunciar a serlo para tener un trabajo, pero es que necesito un trabajo para poder vivir y ¿qué le voy a ofrecer a mi hijo?

Si tuvieras una salida, aunque fuera mínima, ¿qué harías? —le pregunto

¡Tenerlo! Yo ya soy mamá y nunca me lo perdonaría. ¿Pero es que tengo otra opción? Cuando entré en tu consulta pensé que todo estaba acabado, que no había alternativa.

Siempre tienes una opción mejor…

Le brillan los ojos, veo ilusión y miedo… percibo una sensación agridulce…

Me dice que hará lo imposible para sacar este bebé adelante. Cuando la miro, veo otra heroína, otra madre coraje silenciada por una sociedad egoísta que ve problemas en vez de oportunidades, pero la vida se impone, y la verdad con ella…

Me da permiso, y después de dejarlo todo reflejado en su historia clínica, la pongo en contacto con una asociación de ayuda a madres que quieren continuar con su embarazo: BalearesVida. Llamo, pero no contestan, ella nerviosa, yo también…

Mientras tanto, la cito para una primera visita de embarazo en condiciones, le voy dando sus vitaminas, le explico los consejos de alimentación segura… ya arranca otra familia.

Me dice que hará lo imposible para sacar este bebé adelante. Cuando la miro, veo otra heroína, otra madre coraje silenciada por una sociedad egoísta que ve problemas en vez de oportunidades, pero la vida se impone, y la verdad con ella…

Mi hija mayor llegó a mi mundo en un momento de inestabilidad laboral (yo tenía 24 años y mi marido, por entonces, 25). Acababa de cesar voluntariamente una interinidad y él un contrato fijo, para cambiar de residencia a un lugar que considerábamos más adecuado para el día que igual tuviéramos hijos. Di con la persona adecuada —ella sabe quién es y siempre le estaré profundamente agradecida porque gracias a ella me contrataron embarazada a los pocos días de llegar a Mallorca en el Ib-Salut (el sistema sanitario de Baleares)— y desde entonces no he dejado de trabajar (únicamente en las bajas maternales).

Mi historia es completamente opuesta… yo tuve suerte y ella no (a ojos del mundo y ese día, porque a esta valiente su bebé le está trayendo una alegría detrás de otra). La sigo en redes sociales y solo promulga el amor que siente hacia su hijo y las gracias que da por él).

Mis hijos me ayudan a ser mejor, me hacen mejor, me hacen sacar fuerzas de donde no las encuentro.

A mí, con cada hijo, en mi empresa me han mejorado las condiciones laborales; con cada embarazo me han dado más estabilidad y más seguridad. Hoy ocupo un puesto de responsabilidad y no puedo estar más agradecida y motivada con mi trabajo (que, para mí, es el mejor del mundo y creo que tengo muchísima suerte). Sólo puedo dar gracias a Dios por haberme encontrado con las personas adecuadas en los momentos adecuados. Sólo puedo estar también agradecida de haber tenido la fortaleza de decir un sí a cada hijo, aunque no viniera en las condiciones ideales, porque son lo mejor que he hecho en mi vida.

Vi mil diferencias con esta chica y por dentro me rasgaba, porque podía haber sido yo. Pensé que nunca se puede juzgar la situación ni las motivaciones de nadie. Yo tuve suerte (o Providencia, como le llamo). A ella, con la noticia del embarazo no le dieron ninguna oportunidad, es más, se la querían quitar.

Los mejores cursos y máster me los he sacado literalmente dando el pecho a mis 4 bebés. Cada uno ha sido mi mejor motivación, y posteriormente, con las oposiciones, recuerdo que cuando estaba agotada y me costaba la vida sentarme a estudiar por las noches, seguía por ellos, porque sentía que no les podía fallar.

Mis hijos me ayudan a ser mejor, me hacen mejor, me hacen sacar fuerzas de donde no las encuentro. Me han enseñado a cuidarme, a ordenarme, a comer mejor, a tener horarios, a optimizar mi tiempo, a trabajar con ilusión, a ser más empática y humana, a ver oportunidades siempre donde casi no las hay. Son auténticos regalos completamente inmerecidos. Y yo una madre agotada por momentos, pero inmensamente feliz.

Esta heroína de la que os hablaba, cuando salía por la puerta de la consulta, se para, da media vuelta y me dice:

¿Te puedo dar un abrazo?

Cuando os decía que hoy he llorado en la consulta, me refería a que he llorado de ALEGRÍA.

Pues claro, ¡abrazar es gratis y yo regalo los abrazos!


Sofía

Otra consulta muy diferente que viví fue con Sofía (otro nombre inventado). una mujer muy lista, guapa, independiente, con un buen trabajo y sin problemas económicos, que se encontró con la realidad de estar embarazada sin haberlo buscado.

Por una parte, el embarazo le había puesto su vida patas arriba; para ella no era el momento, no se encontraba en una buena situación con su pareja y se planteaba dejarlo. Pero, por otra parte, el deseo de ser madre le podía, tenía ya una edad en la que como me decía ella: “O me subo a este tren, o puede que nunca más vuelva a pasar”.

Estuve varias consultas hablando con ella. Acudió a la clínica para abortar y se echó atrás. Estaba muy indecisa, pasándolo muy mal, lejos de su familia y en ese momento, a nivel emocional muy agitada. Dejé de saber de ella dos semanas. Después me escribió para darme las gracias y decirme que finalmente lo había hecho y quería verme. Cuando acudió a la consulta, me describía el proceso de la siguiente manera:

[…] ya no sólo expulsar sola en casa a mi bebé con un sangrado abundante que no sabía hasta qué punto era normal o no, o si me estaba desangrando. Tampoco el dolor tan fuertísimo que he sentido, que ha sido una burrada —le habían prescrito una pauta analgésica, pero a pesar de todo es medicación que provoca contracciones muy intensas para expulsar al embrión o feto y las mujeres lo describen como muy desagradable—. Es la sensación de vacío que se me ha quedado, ¡no hay nada! ¡nada me puede llenar este vacío tan grande que siento! ¡Ojalá hubiera valorado más todo lo que me explicaste! Si pudiera volver atrás, después de haber pasado por todo esto, sin ninguna duda lo tendría y ya me las apañaría como fuera para salir adelante.

Efectivamente, en el caso de un aborto, la pérdida es siempre doble.

Continuamos hablando, la estuve recogiendo de la mejor manera que supe, porque después de un aborto, una mujer se queda hecha trizas, y tiene que volverse a construir arrastrando de por vida esta decisión. En esta reconstrucción, no hay ninguna estructura creada para acompañas durante este proceso. “Muerto el perro, se acaba la rabia”.

Días como estos te hacen ser muy consciente de la responsabilidad tan grande que tenemos cada uno de nosotros, de lo que podemos llegar a aportar, de que tenemos delante (o detrás de las pantallas) seres humanos siempre, da igual de lo que trabajemos.

Hay que trabajar siempre bien por supuesto, ser un buen profesional y actualizarse. A las residentes de matrona que rotan por mi consulta, siempre les digo que el punto que marca la diferencia de un trabajo bien hecho (que lo puede hacer cualquiera), es realizarlo con humanidad, como un acto de servicio y con amor. En el momento en el que esto se pierde, se pierde la esencia de nuestra profesión, perdemos la ilusión porque deja de servirnos… y dejamos de servir.

Pilar López Redondo
Matrona

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Gracias Pilar!
    Enhorabuena por este artículo y por tu excelente trabajo. No hay nada como una historia real para que te llegue de verdad. Impactante!!

  2. Pilar, gracias por esta bocanada de oxígeno que puede animar a muchas mujeres. Sigue ayudando a esas chicas que están con los miedos, dudas y por otro lado con el deseo de ser madres.

  3. Muchas gracias Pilar, por estos testimonios. Enhorabuena por la valentía que has tenido al relatarlo. Verdaderamente en el aborto siempre hay dos víctimas: la madre y el bebé. Es una bendición que tú puedas estar ahí para esas mujeres. ¡ Ánimo con tu labor!

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